El gato divino... El gato maldito

Nombre egipcio: Bastet . Nombre griego: Bastis
Divinidad griega: Artemisa
Gata o mujer con cabeza de gata o leona.

Diosa de Bubastis, ciudad del Delta, en la que ya aparecen restos de su culto en torno a la IV dinastía. Representaba la dulzura maternal y era guardiana del hogar y feroz defensora de sus hijos. También representaba la abundancia y era la señora del placer, poseyendo todos los aspectos pacíficos de diosas peligrosas como Sejmet.

Era protectora de los gatos y, por lo tanto, enemiga de las serpientes, fundamentalmente de Apofis a la que ataca con sus garras protegiendo a su padre Atum. Originalmente simbolizaba la cálida fertilidad del sol, en oposición a Sejmet, que es el calor abrasador. Se la denominó "Señora del Este" y estaba relacionada con Sejmet, "Señora del Oeste", del Oeste", al igual que Nejbet y Uayjet eran las señoras del Norte y el Sur.
Durante el Reino Nuevo se la hizo una diosa de la guerra y se le asociaba al sol.
Se decía que era esposa e hija de Atum-Ra, o hija de Osiris e Isis; también se la considera la personificación del alma de Isis. Este último parentesco debe ser entendido en un ámbito fundamentalmente griego. Horus fue identificado con el dios griego Apollo y Bastet con su hermana Artemisa (Apollo y Artemisa eran hijos gemelos de Leto), y de ahi la relación de la diosa gata con Isis y Osiris, padres egipcios de Horus. El clero de Bubastis constituyó una tríada en la que Atum desempeñaba el papel de marido y Mihos, o un Horus local (Hor-Hekenu) el de hijo. Confundida con Sejmet, es la esposa de Ptah y madre del dios león Mihos. En su fusión con la diosa vengadora Sejmet se la saluda ocasionalmente como el ojo de Ra, el ojo vengador. En Letópolis se la asimiló a Tefnut y se le dió por pareja a Basty, una versión local de Shu.
Representada como mujer con cabeza de gata, aunque anteriormente tuvo cabeza de leona, como se ve en el templo funerario de Niuserra.. En su aspecto guerrero, era una leona con la piel verde y en este aspecto estaba asociada a la luz solar. Fue una diosa solar hasta la identificación de los griegos con su diosa lunar Artemisa. Fue a partir del siglo X a.C cuando adoptó caracteres hogareños y es entonces cuando comienza a aparecer como gata doméstica. Confundida con Hathor era diosa de la música y la danza, era diosa de la música y la danza, llevaba un sistro; en la baja época se la representa también con pendientes de oro en las orejas y en la nariz; unas veces llevaba una égida, en la mano derecha y un sistro en la otra; cuando lleva el sistro y el anj se convierte en patrona de festivales, celebrados en abril y mayo, en los que era habitual emborracharse.
Durante los festivales estaba prohibida la caza de leones para evitar su ira. En Bubastis, en el lado oriental del Delta, se celebraba una fiesta denominada de la embriaguez en la que se consumían grandes cantidades de vino, recordando que la diosa fue embriagada para aplacar su ira (en su asociación con Sejmet) En su templo había gatos sagrados que se supone que eran la encarnación de la diosa y, cuando morían, de la diosa y, cuando morían, eran momificados. En Bubastis se encontró un cementerio con miles de gatos momificados. Además de en Bubastis, de en Bubastis, era venerada también en Menfis (asimilada a Sejmet), Heliópolis (asimilada a Tefnut), Tebas (asimilada a Mut), Leontópolis y Heracleópolis. Sus festivales se celebraban el día 1 del mes de Tybi y el día 1 del mes de Paini. Su culto se difundió también por Italia, donde se han encontradorestos en las ciudades de Roma, Ostia, Nemi y Pompeya.

Pese a que las leyes egipcias prohibían sacar del país los gatos sagrados, los marinos fenicios se los llevaban de contrabando. Los gatos eran tan apreciados en tiempos de los griegos que se vendían igual que otros tesoros de Oriente. Así, difundieron por el Mediterráneo no solo el comercio y la cultura, sino también a los gatos. Consiguieron que en aquella época se difundieran los gatos por toda la costa mediterránea. Con relación a los orígenes del gato, cuenta la tradición de los antiguos griegos que procede de Artemisa, la diosa de la caza. Por lo visto, dio vida al gato para poner en ridículo a su hermano Apolo, ya que éste previamente había creado al león para asustarla.

Hacia el año 2500 AC, los romanos importaron el Felis lybica del antiguo Egipto, cruzándose en Europa con el gato montés europeo (Felis silvestris). Los romanos sacaron gatos ilegales, dado que estaba prohibida la exportación de los gatos sagrados en Egipto. Así, las legiones romanas cogían gatos egipcios como los más preciados trofeos de guerra en su conquista del Nilo.

El gato fue difundido en Europa sobre todo por los romanos. Lo consideraban símbolo de victoria y tenían por costumbre llevarlo junto a sus legiones, por lo que consiguieron introducirlo rápidamente en todos los rincones de su imperio. De ésta manera el gato llegó a Britannia en donde el gato doméstico era un auténtico desconocido pese a que abundaban los gatos monteses. El avance del Imperio Romano por tierras de bárbaros fue la difusión del culto al gato, refinado y urbano, entre los simples y atrasados campesinos que hasta entonces solo conocían al perro como animal de compañía. Los romanos apreciaban tanto el espíritu de independencia del felino que hasta la diosa Libertas era representada junto a un gato, símbolo de la más absoluta libertad. La utilidad del gato fue ampliamente reconocida por los romanos, al igual que había sido exaltado por los egipcios. Así, en el s.I DC se dictaron en Roma leyes para su protección.

Posteriormente, ya en el s. X, el príncipe Howel publicaría unas normas jurídicas que reconocían la importancia de los gatos en el Reino Unido, en donde se fijaba el valor de los gatos y se establecía que quien matara a un gato debía indemnizar al propietario del animal con una cantidad de trigo equivalente en altura a la longitud del felino, desde el hocico hasta la punta de la cola, pretendiéndose compensar de esta manera al propietario del gato por las pérdidas de trigo que le ocasionarían los topos al faltar el gato.

Cuando cayó el esplendor del Imperio Romano, llegó la Edad Media en donde los gatos pasaron a ser odiados y temidos, perseguidos por tratarse de instrumentos del demonio y compañeros favoritos de las brujas.

Debido a sus hábitos nocturnos creían que tenían trato con el diablo. Esta asociación del gato con la brujería fue culpable de muchos actos de crueldad hacia el gato a través de los siglos medievales.

Señal de satanismo era que los gatos no obedecieran al hombre que había sido creado a imagen y semejanza de Dios, implicando esta actitud que fueran siervos e instrumentos del demonio. También eran una señal sus maléficos ojos brillaban en la oscuridad, dado que ésto tenía que ser obra del diablo.

Además, de noche abandonaban sus casas en las ciudades y salían a los bosques, por lo que debían ser hijos de la oscuridad y de un mundo tenebroso. Por si fuera poco, en los cementerios había gatos, por lo que deducían que el espíritu de los muertos se había apoderado de ellos.

La imaginación del hombre llegó a justificar los fenómenos atmosféricos culpando a los gatos dado que sus carreras precedían a tormentas y a tempestades, motivo por el que corrían alocados al ser ellos mismos quienes desencadenaban los elementos contra el hombre por obra del diablo.

Con la Edad Media, llegó una época de oscurantismo para la humanidad. Los gatos fueron víctimas de una terrible persecución originada por la ignorancia y por absurdas supersticiones que relacionaban al gato con determinados ritos diabólicos. Se quemaban en las hogueras a los heterodoxos de la religión y a los brujos. Pero también se quemaban a los gatos, máxime si se trataban de gatos negros. Desde el s. XII se empezó a relacionar a los gatos con el paganismo y la brujería. Existía una creencia muy difundida que afirmaba que los brujos y, sobre todo, las brujas podían convertirse en gatos, y viceversa. Por si fuera poco, en 1233 el papa Gregorio IX declaró que los herejes adoraban al demonio en forma de gato, lo que dio lugar a una persecución que se prolongaría durante varios siglos. A mediados del s. XIII, el renacimiento en Alemania del culto a Freya fue suprimido y sus seguidores fueron relacionados con gatos. El obispo de Coventry fue acusado de haber adorado a un gato negro, al igual que acusaban a los Templarios de venerar a los gatos. Los gatos eran, por tanto, enemigos de toda la cristiandad.
Dado que los gatos eran seres diabólicos, había que matarlos, ya que a los 9 años se convertirían en brujos poderosos. La ignorancia llegó a justificar que cuando los gatos eran arrojados desde lo alto de las torres de las iglesias y no se mataban porque caían de pie, lo era en realidad porque eran salvados por el diablo. Hasta un médico de Milán, Jerónimo Cardán, dijo que los gatos negros estaban llenos de humores que causaban melancolía en el hombre, y que además eran crueles y audaces.
La posesión de un gato bastaba para acusar a una persona de brujería; y si además era un gato negro, la condena era segura. Había recompensas económicas por la entrega de gatos muertos para ser quemados en hogueras. En algunas ciudades existía un día especial dedicado al rito. Así, en Inglaterra, Francia y Alemania, en el día de Todos los Santos, se iniciaban las fiestas populares con la quema de cajas y sacos llenos de gatos vivos.

En Escocia, los gatos eran empalados y asados vivos durante dos días, en una ceremonia llamada "La cena del diablo". En París, durante la noche de San Juan, se quemaban gatos vivos en presencia del Rey, hasta que Luis XIV prohibió estas hogueras. En las ferias de los pueblos se incluía el tiro al gato como entretenimiento (metían al gato en un canasto y había que atravesarlo disparándole flechas). Esta terrible persecución llegó a provocar que en Alsacia se representara al diablo en un carruaje arrastrado por un tiro de cuatro gatos negros.

Por tanto, durante la Edad Media no solo se torturó y se mató bárbaramente a miles de personas, sino que también se torturó y mató a millones de gatos, como consecuencia de unas persecuciones muy activas en toda Europa y que entraron a formar parte de los rituales cristianos.

Como consecuencia de aquella persecución a la que eran sometidos los gatos en esta época, las ratas y ratones invadieron las ciudades, produciendo gravísimos daños en los alimentos. A mediados del s. XIV, una plaga originada por ratas, conocida como la Peste Negra, atacó a las ciudades europeas. Las pulgas de las ratas comenzaron a transmitir la peste, que llegó a exterminar a la tercera parte de la población de la época. La gente comenzó a darse cuenta de que en donde vivía un gato no había ni ratas ni peste. Entonces, fue reconocida su valía como depredadores. De esta manera, los gatos se salvaron a sí mismos.

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